EL
CRÍTICO COMO ARTISTA /
EL ARTISTA COMO CRÍTICO
EL ARTISTA COMO CRÍTICO
Fernando Andrade Cancino
“No existe en el
mundo real nada tan bello como las fantasías
que alberga quien ha
perdido la cordura”,
escribió Haruhi Murakami en
De
qué hablo cuando hablo de correr.
Para
Óscar Wilde –de quien glosaremos
extensamente su ensayo El Crítico como
Artista- el poeta no es sólo el vidente
que ve menos con los ojos del cuerpo
que con los del alma, sino un cantor genuino
que se repite a sí mismo una y otra vez cada
verso, hasta adueñarse del secreto de su melodía.
extensamente su ensayo El Crítico como
Artista- el poeta no es sólo el vidente
que ve menos con los ojos del cuerpo
que con los del alma, sino un cantor genuino
que se repite a sí mismo una y otra vez cada
verso, hasta adueñarse del secreto de su melodía.
Todos
tenemos las mismas dolencias de los poetas, y estos nos prestan su melancolía.
No hay pasión que no puedan sentir, ni placer que no sean capaces de gozar; en
sus manos está nuestra libertad y el momento de nuestra iniciación.
Así
como la naturaleza es la materia luchando por convertirse en espíritu, así el
Arte es el espíritu expresándose bajo la forma de la materia, de ahí que aun en
la más baja de sus manifestaciones, hable a la vez a los sentidos y al alma.
El
fin del arte es crear un estado del alma, y hacer –y rehacer- al mundo.
Vivimos
hoy en una época de superatareados e infrainstruidos, en que la gente trabaja
tanto, que acaba volviéndose -o acaban volviéndola- ignorante. El modo más
seguro de no saber nada de la vida es el de ser útil, trabajando como esclavo.
Sí,
la forma objetiva es la más subjetiva. El hombre es menos él cuando habla como
su propia persona, pero con una máscara dice la verdad.
El
crítico es un artista como los que ahora llamamos creadores, cuyas obras a
veces no tienen otro valor que suministrarle a éste, al artista, nuevas
modalidades de pensamiento, o sentimientos, que originan mundos alternos y/o
alterados de expresión, y bellezas distintas y más perfectas.
Cada
modalidad crítica es, en su más alto desenvolvimiento, un estado del alma que
cambia o rehace al mundo. Pero en cuanto se ha encontrado la expresión adecuada
de un estado del alma, parece que ésta debiera dejar de existir para siempre.
Ayer
fue el Realismo lo que nos sedujo, luego vino el Impresionismo, el Fauvismo, el
Cubismo, Surrealismo, Pop Art, Hiperrealismo, etcétera. Obtuvimos de éstos,
nuevos estremecimientos que fueron su objeto a producir; los analizamos, los
explicamos, los vivimos, y… nos cansamos de ellos.
Las
antiguas modalidades de creación persisten sin embargo, lo vemos tanto en esta
ciudad como en todo el mundo. Los artistas se reproducen a sí mismos -o unos a
otros- con tediosa reiteración. Pero la crítica busca y promueve siempre el movimiento
y la continua evolución.
Naturalmente,
cada arte tiene su gramática y sus materiales. No hay misterio alguno ni en uno
ni en otro. Pero, en tanto que las leyes sobre las que descansa el arte, pueden
ser fijas y ciertas, para alcanzar su verdadera realización estas tienen que
romperse, o ser elevadas por la imaginación a tal punto de belleza, que parezca
algo excepcional.
La
técnica en realidad no es otra cosa que la personalidad. Esta es la razón por
la que el artista no puede enseñarla, ni el discípulo aprenderla, y de que, en
cambio, el crítico del arte pueda comprenderla. Para el poeta sólo hay una
música verbal: la suya. Para el pintor, sólo hay un modo de pintar: el que él
emplea. Pero el crítico aprecia todas las formas y modalidades.
Los
temas al alcance de la creación cada día son más limitados en variedad y
extensión. Si la literatura creadora quiere perdurar, no tendrá más remedio que
hacerse más crítica de lo que es en la actualidad.
Los
antiguos caminos y las carreteras de antaño han sido demasiado frecuentadas. Su
encanto ha desaparecido bajo las pisadas de tantos, perdiendo ese elemento de
novedad y sorpresa que tan esencial es en la ficción. El que quiera actualmente
conmovernos, tendrá que darnos un telón de fondo absolutamente nuevo para
revelarnos el alma del hombre en sus más recónditos engranajes e intimidades.
Los
tiempos cambian, y como ha sucedido desde la prehistoria, los nuevos
descubrimientos –aun viniendo de estados alterados de la conciencia- abren más
las puertas de la percepción al infinito-eterno del espacio-tiempo.
Hay palabras para tocarnos el
corazón y el alma con un exceso de sentimientos. Nos hacen entrar en contacto
con nuestra humanidad y nuestra empatía. También hay versos que están
hechos para tocar nuestra mente y poner a trabajar nuestros engranajes
mentales, para despertar y expandir nuestra conciencia. Son los que tienen que ver con nuevas
preguntas, sobre las que pocos reflexionan, pero que nos interrogan a todos, marcan nuestro despertar, y nos empujan a ver
la vida y nuestra existencia de una manera diferente.
La
estética está por encima de la ética. Pertenece a una esfera más espiritual.
Discernir
la belleza de una cosa es el punto más alto al que podemos llegar. Hay belleza
en el drama, en la tragedia, en la comedia… El mismo sentido del color, del
tono, es más importante para el perfeccionamiento del individuo que el sentido
del bien y del mal. La ética, como la selección natural, hace la vida posible.
La estética, como la diversidad sexual, cultural, de costumbres y tradiciones,
de tecnologías y medios, hace la vida amable y maravillosa, llenándola de
formas nuevas y dándole progreso, variedad y mudanza.
Cuando
alcanzamos la verdadera cultura logramos esa perfección que los santos soñaron,
la de aquellos para los cuales el pecado es imposible, no porque pronunciaran
los votos de renunciación del asceta, sino porque pueden hacer cuanto se les
antoje, sin herir el alma, para rehacer el mundo.
El
alma es capaz de transformar en elementos de una experiencia más rica aquellos
actos y pasiones que en el vulgo serían vulgares, innobles en el ignorante y
viles en el impúdico. ¿Es esto peligroso? Sí, es peligroso; todas las ideas son
peligrosas. Todo arte es inmoral y todo pensamiento peligroso.
La
crítica es a veces más creadora que la creación, revela en la obra de arte lo
que el artista no percibió poner en ella: también es injusta, insincera y nada
razonable, valora al arte como mentira: los antiguos historiadores nos dieron
deliciosas ficciones en forma de hechos; muchos novelistas modernos nos ofrecen
los hechos más insípidos a guisa de ficción. La mentira en la poesía es arte: el
cuento de cosas bellas e inexactas, es el fin propio del Arte.
El
crítico es un soñador cuyo castigo, y premio, es ver la aurora –luego de pasar
la noche en vela- antes que el resto del mundo.