viernes, 10 de julio de 2015

El Crítico como Artista/ El Artista como Crítico (Breve ensayo de Fernando Andrade C.





EL CRÍTICO COMO ARTISTA /

EL ARTISTA COMO CRÍTICO

Fernando Andrade Cancino

“No existe en el mundo real nada tan bello como las fantasías
que alberga quien ha perdido la cordura”,
escribió Haruhi Murakami  en
De qué hablo cuando hablo de correr.


Para Óscar Wilde –de quien glosaremos
extensamente su ensayo El Crítico como
Artista-  el poeta no es sólo el vidente
que ve menos con los ojos del cuerpo
que con los del alma, sino un cantor genuino
que se repite a sí mismo una y otra vez cada
verso, hasta adueñarse del secreto de su melodía.

Todos tenemos las mismas dolencias de los poetas, y estos nos prestan su melancolía. No hay pasión que no puedan sentir, ni placer que no sean capaces de gozar; en sus manos está nuestra libertad y el momento de nuestra iniciación.

Así como la naturaleza es la materia luchando por convertirse en espíritu, así el Arte es el espíritu expresándose bajo la forma de la materia, de ahí que aun en la más baja de sus manifestaciones, hable a la vez a los sentidos y al alma.

El fin del arte es crear un estado del alma, y hacer –y rehacer- al mundo.

Vivimos hoy en una época de superatareados e infrainstruidos, en que la gente trabaja tanto, que acaba volviéndose -o acaban volviéndola- ignorante. El modo más seguro de no saber nada de la vida es el de ser útil, trabajando como esclavo.

Sí, la forma objetiva es la más subjetiva. El hombre es menos él cuando habla como su propia persona, pero con una máscara dice la verdad.

El crítico es un artista como los que ahora llamamos creadores, cuyas obras a veces no tienen otro valor que suministrarle a éste, al artista, nuevas modalidades de pensamiento, o sentimientos, que originan mundos alternos y/o alterados de expresión, y bellezas distintas y más perfectas.

Cada modalidad crítica es, en su más alto desenvolvimiento, un estado del alma que cambia o rehace al mundo. Pero en cuanto se ha encontrado la expresión adecuada de un estado del alma, parece que ésta debiera dejar de existir para siempre.

Ayer fue el Realismo lo que nos sedujo, luego vino el Impresionismo, el Fauvismo, el Cubismo, Surrealismo, Pop Art, Hiperrealismo, etcétera. Obtuvimos de éstos, nuevos estremecimientos que fueron su objeto a producir; los analizamos, los explicamos, los vivimos, y… nos cansamos de ellos.

Las antiguas modalidades de creación persisten sin embargo, lo vemos tanto en esta ciudad como en todo el mundo. Los artistas se reproducen a sí mismos -o unos a otros- con tediosa reiteración. Pero la crítica busca y promueve siempre el movimiento y la continua evolución.

Naturalmente, cada arte tiene su gramática y sus materiales. No hay misterio alguno ni en uno ni en otro. Pero, en tanto que las leyes sobre las que descansa el arte, pueden ser fijas y ciertas, para alcanzar su verdadera realización estas tienen que romperse, o ser elevadas por la imaginación a tal punto de belleza, que parezca algo excepcional.

La técnica en realidad no es otra cosa que la personalidad. Esta es la razón por la que el artista no puede enseñarla, ni el discípulo aprenderla, y de que, en cambio, el crítico del arte pueda comprenderla. Para el poeta sólo hay una música verbal: la suya. Para el pintor, sólo hay un modo de pintar: el que él emplea. Pero el crítico aprecia todas las formas y modalidades.

Los temas al alcance de la creación cada día son más limitados en variedad y extensión. Si la literatura creadora quiere perdurar, no tendrá más remedio que hacerse más crítica de lo que es en la actualidad.

Los antiguos caminos y las carreteras de antaño han sido demasiado frecuentadas. Su encanto ha desaparecido bajo las pisadas de tantos, perdiendo ese elemento de novedad y sorpresa que tan esencial es en la ficción. El que quiera actualmente conmovernos, tendrá que darnos un telón de fondo absolutamente nuevo para revelarnos el alma del hombre en sus más recónditos engranajes e intimidades.

Los tiempos cambian, y como ha sucedido desde la prehistoria, los nuevos descubrimientos –aun viniendo de estados alterados de la conciencia- abren más las puertas de la percepción al infinito-eterno del espacio-tiempo.

Hay palabras para tocarnos el corazón y el alma con un exceso de sentimientos. Nos hacen entrar en contacto con nuestra humanidad y nuestra empatía. También hay versos que están hechos para tocar nuestra mente y poner a trabajar nuestros engranajes mentales, para despertar y expandir nuestra conciencia. Son los que tienen que ver con nuevas preguntas, sobre las que pocos reflexionan, pero que nos interrogan a todos,  marcan nuestro despertar, y nos empujan a ver la vida y nuestra existencia de una manera diferente.

La estética está por encima de la ética. Pertenece a una esfera más espiritual.

Discernir la belleza de una cosa es el punto más alto al que podemos llegar. Hay belleza en el drama, en la tragedia, en la comedia… El mismo sentido del color, del tono, es más importante para el perfeccionamiento del individuo que el sentido del bien y del mal. La ética, como la selección natural, hace la vida posible. La estética, como la diversidad sexual, cultural, de costumbres y tradiciones, de tecnologías y medios, hace la vida amable y maravillosa, llenándola de formas nuevas y dándole progreso, variedad y mudanza.

Cuando alcanzamos la verdadera cultura logramos esa perfección que los santos soñaron, la de aquellos para los cuales el pecado es imposible, no porque pronunciaran los votos de renunciación del asceta, sino porque pueden hacer cuanto se les antoje, sin herir el alma, para rehacer el mundo.

El alma es capaz de transformar en elementos de una experiencia más rica aquellos actos y pasiones que en el vulgo serían vulgares, innobles en el ignorante y viles en el impúdico. ¿Es esto peligroso? Sí, es peligroso; todas las ideas son peligrosas. Todo arte es inmoral y todo pensamiento peligroso.

La crítica es a veces más creadora que la creación, revela en la obra de arte lo que el artista no percibió poner en ella: también es injusta, insincera y nada razonable, valora al arte como mentira: los antiguos historiadores nos dieron deliciosas ficciones en forma de hechos; muchos novelistas modernos nos ofrecen los hechos más insípidos a guisa de ficción. La mentira en la poesía es arte: el cuento de cosas bellas e inexactas, es el fin propio del Arte.

El crítico es un soñador cuyo castigo, y premio, es ver la aurora –luego de pasar la noche en vela- antes que el resto del mundo.