El muralismo, crónica de la historia.
Leticia Sánchez
El movimiento “comenzó con una búsqueda y terminó con un catecismo”, escribió Octavio Paz
Las obras que pintores plasmaron en los muros de los edificios públicos son uno de los mayores acontecimientos culturales de México.
Poco son los movimientos en el mundo que han logrado trascender como el muralismo, expresión a la que los artistas mexicanos supieron darle salida, lo mismo en la pintura, en la fotografía, en el cine y en la literatura. El arte y la cultura de México encontraron en la Revolución mexicana no sólo un tema de reflexión, sino el “quiebre estético” de las mismas manifestaciones.
La Revolución reveló a los mexicanos la realidad de su historia. El arte moderno enseñó a los artistas a ver con ojos nuevos esa realidad, escribe el Nobel de Literatura Octavio Paz, en su libro Los privilegios de la vista.
Bajo esa mirada se debe entender el arte del siglo XX, momento en que los artistas “descubrieron el arte moderno, al mismo tiempo en que, por obra de la Revolución, descubrían la realidad oculta pero viva de su país. Sin ese doble descubrimiento no habría existido el movimiento pictórico mexicano”, describe en el texto.
En su ensayo, Paz realiza un análisis a fondo del muralismo mexicano, corriente que marcó una época y dejó una profunda huella en México, a pesar de los “equívocos posteriores, estéticos y morales” de sus creadores.
El escritor dice que las intenciones de José Vasconcelos, filósofo y primer secretario de Educación Pública de México, produjeron la existencia de “pintores que se decían revolucionarios y que, a la vez, eran pintores oficiales que sintieron la necesidad de insertar su recién estrenado nacionalismo en sus pinturas, y sustituyeron la ideología que no tuvo, y que por lo tanto no pudo dar la Revolución”.
El poeta cuestiona el hecho de que en una primera instancia, los muralistas estaban convencidos de plasmar en los muros las carencias y las necesidades colectivas, pero su arte dio un giro, se convirtió en didáctico para buscar “adoctrinar al pueblo”.
Fue así que el muralismo mexicano se entiende actualmente como un arte nacionalista.
“Comenzó con una búsqueda y terminó con un catecismo, nació libre y acabó por exaltar las virtudes liberadoras de las cadenas”, apunta el Nobel de literatura.
En su mejor momento, la pintura mexicana y en particular el muralismo fue la máxima representante de la creación artística de la primera mitad del siglo pasado.
La historia de México revela que cuando las balas dejaron de sonar, inició entonces la reconstrucción nacional y el arte tuvo una misión fundamental. Los ideales de la Revolución poco a poco se materializaron, gestando en la pintura mural la técnica aprendida y retomada por los artistas mexicanos del Renacimiento italiano.
De acuerdo con la historia del arte, un año decisivo fue 1922 cuando Diego Rivera pintó el primer mural moderno en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso, realizado en encáustica y con el título de La creación.
En un primer momento los murales serían decorativos apenas con ciertas alusiones a la historia. Con el paso de los años, los temas centrales, guiados por la capacidad crítica de los artistas, empezaron a ser el pueblo, sus héroes, sus pasajes históricos.
Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro, Ignacio Asúnsolo, Jean Charlot, Fermín Revueltas, Ramón Alva del Canal, Juan O´Gorman, el grabador Leopoldo Méndez y el escultor Luis Ortiz Monasterio, consolidaron el lenguaje estético del muralismo.
Aporte estético
La crítica de arte Raquel Tibol, especialista en el tema del muralismo y en la vida y obra de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, afirma que el arte de la Revolución se derivó del hecho armado por un lado, y por otro de las diversas ideologías que se plantearon en ese momento.
“La Revolución no fue unívoca, hubo burgueses reaccionarios como Venustiano Carranza, al tiempo que se enfrentaban a los revolucionarios que estaban con el pueblo, pero sin un programa definido como fue el caso de Francisco Villa, no así el de Emiliano Zapata quien luchó porque se devolvieran las tierras que los terratenientes habían enajenado a los campesinos, creando el Plan de Ayala”.
La pintura que realizaron José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, los miembros del Taller de Gráfica Popular y los Estridentistas, sí aborda y cuestiona el tema de la Revolución.
La experta aclara que no fue “José Vasconcelos el que propició el contenido ideológico de esas pinturas, porque su pintor preferido y de cabecera era Roberto Montenegro, quien hacía un modernismo decorativo”.
No obstante, afirma Tibol, lo que hay que tomar en cuenta es la diversidad de propuestas, porque en aquellos años, los pintores no se copian los unos a los otros, y eso se puede comprobar en su legado, que aun hoy en día se aprecia en los muros del Antiguo Colegio de San Ildefonso, en Palacio Nacional, en el edificio de la Secretaría de Educación Pública y en la Universidad Autónoma Chapingo.
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