LA PEDAGOGÍA FORMAL DEL ARTE Y EL ARTISTA AUTODIDACTA
(Conferencia impartida en el 2º Coloquio de Artes Contemporáneo de la EPEA-UJED)
Fernando Andrade Cancino
I
PINTORES AUTODIDACTAS
CONTRA ACADEMICISMOS BURGUESES.
“Pinto lo que veo” (Courbet)
“Es el ojo el que lo hace todo” (Renoir)
“La pintura es una óptica” (Cezanne)
“Dar al empirismo del arte un fundamento científico” (Seurat)
“La ciencia mata la pintura” (Vlaminick)
Todo arte nuevo surge por razones ideológicas e históricas, si la unidad espiritual y cultural se rompe, como en el S XIX, surge la polémica, la protesta y la rebelión. El arte nuevo surge de una ruptura.
Ya hacia 1850 se definía como pueril la teoría del arte por el arte. Éste fue visto entonces como un espejo de la realidad y como expresión activa del pueblo. Decía De Sanctis que: “La forma no es una idea, sino una cosa, (cosa como argumento o contenido)”.
La bandera del Realismo, como expresión no deformada de la realidad (Courbet) estableció un lazo directo con todos los aspectos de la vida: no más la nostalgia, no más el cuadro de evocación histórica, ni la belleza convencional de los cánones clásicos. Había que ir a un arte injertado en los problemas, ir a la vida, a las preocupaciones de la historia en curso.
Hoy en nuestro país las grietas subterráneas entre la sociedad y la clase gobernante se hacen más agudas y la corrupción asoma a la superficie. Tal vez es tiempo de simplificar e intensificar, como lo hizo Van Gogh, para quien había en París, cito: “pintores que le disgustaban como hombres, por mirar solamente alrededor de su pensamiento y no hacia su centro misterioso: Mi gran deseo es aprender a hacer deformaciones, o inexactitudes, o mutaciones de lo verdadero, que salgan a flote también las mentiras, pero mentiras que sean más verdaderas que la verdad literal”.
Lo anterior recuerda a Rimbaud, el joven poeta francés, cuando dijo que: “Hay destrucciones necesarias”. Es lo que hizo Ensor con la acidez de sus disonancias cromáticas, con la riqueza pura, ruda y violenta de su paleta. Es lo que hizo Munch al arrancar con su libertad individual las mentiras oficiales, las mentiras de la burguesía.
¿Hay que volverse salvajes nuevamente?, pienso en Camila Vallejo, la joven líder de los estudiantes en Chile, que va en contra del consumismo que caracteriza esta etapa civilizatoria, causa de la destrucción de los ecosistemas, y de la tierra.
“El arte oficial burgués nace y se consolida –dice Mario de Micheli- cuando la burguesía, después de haber conquistado el poder, se prepara a defenderlo de cualquier ataque” Ese arte es pseudo-realista, su función no es expresar la verdad, sino ocultarla; tiene una función apologética, celebrativa, cubre con un velo de hipocresía agradable las cosas desagradables: “Uno simulará la miseria, el otro la caridad”, decía Baudelaire.
El nuevo arte rechaza hábitos sociales, morales, moldes de vida; se fuga de la civilización: “Curas, profesores, os equivocáis al entregarme a la justicia –escribió Rimbaud-. Yo nunca fui cristiano, soy de la raza que cantaba durante el suplicio; yo no entiendo las leyes, no tengo sentido moral, soy un bruto”.
La conquista de la felicidad por medio de la técnica, y hoy, de la tecnología, fue, y es, el lema más seguro para difundir sobre los malhumores de los pueblos la euforia de una perspectiva de paz y bienestar. Pero la filosofía del progreso sigue siendo acomodaticia-. Hoy hay un nuevo anti-positivismo.
En gran parte del arte actual, como en el fines del XIX, hay un nuevo decadentismo; un retorno a la nostalgia de un estado pre- revolucionario, al gusto por una civilización desaparecida o a punto
de hacerlo, y por lo tanto, al júbilo de todo lo que revela los signos fatales de la muerte (lívido cruel, neurosis sexual, erotismo mental), no hay impulsos vitales, a lo mucho se hace un consciente y acrobático pseudo Surrealismo. Por eso, como desde hace poco más de un siglo, estamos en la época de los artistas individuales: el “taller” y las corporaciones se han acabado. Solamente quién disfruta de los medios económicos o de determinados apoyos puede llegar a ser pintor. Quien tiene el instinto sin poseer los medios, tiene que ponerse a pintar sin dejar de dedicarse simultáneamente a realizar otro trabajo remunerado.
de hacerlo, y por lo tanto, al júbilo de todo lo que revela los signos fatales de la muerte (lívido cruel, neurosis sexual, erotismo mental), no hay impulsos vitales, a lo mucho se hace un consciente y acrobático pseudo Surrealismo. Por eso, como desde hace poco más de un siglo, estamos en la época de los artistas individuales: el “taller” y las corporaciones se han acabado. Solamente quién disfruta de los medios económicos o de determinados apoyos puede llegar a ser pintor. Quien tiene el instinto sin poseer los medios, tiene que ponerse a pintar sin dejar de dedicarse simultáneamente a realizar otro trabajo remunerado.
La conquista de la felicidad por medio de la técnica, y hoy, de la tecnología, fue, y es, el lema más seguro para difundir sobre los malhumores de los pueblos la euforia de una perspectiva de paz y bienestar. Pero la filosofía del progreso sigue siendo acomodaticia-. Hoy hay un nuevo anti-positivismo.
II
VANGUARDIAS ARTÍSTICAS
(CRÍTICA DE LAS ÚLTIMAS TENDENCIAS)
“Toda persona tiene el derecho a tomar parte
libremente en la vida cultural de
la comunidad y a disfrutar de las artes”
(Declaración Universal de los Derechos
del Hombre proclamada por la
Asamblea General de la ONU )
1
Las “artes liberales”, que se enseñaban en las facultades de artes del Medioevo, eran siete y en ellas no entraban ni la pintura ni la escultura, que se consideraban como una especie de artesanía. Las siete artes liberales eran: la gramática, la dialéctica, la retórica, la aritmética, la geometría, la historia y la música. Hoy cuando nos ponemos a hablar de arte entendemos por bellas artes a: la pintura, la escultura, el grabado, la arquitectura, las artes decorativas y la música.
El arte es la esencia misma de lo humano y encarna la experiencia del hombre y sus aspiraciones, simboliza el espíritu del hombre y le ayuda a conseguir sus objetivos. El arte es:
- No sólo descubrimiento, sino también ahondamiento.
(La misión del arte es inflamar e intensificar)
- Medio de expresión.
(Las artes brindan a los hombres ocasión de representar, o sea, de expresar)
- Testimonio.
(La obra de arte es como el resumen y la crónica de la experiencia humana)
- Interpretación.
(El arte es a la vez diagnóstico, definición y análisis razonado de nuestra condición)
- Instrumento de reforma.
(El artista busca cambiar y mejorar la condición humana. Tradicionalmente, el artista ha representado un papel importante en todas las reformas)
- Enriquecimiento.
(Los artistas tienen el cometido de descubrir y hacer admisibles nuevas formas de belleza)
- Orden.
(La experiencia artística es tanto para el hombre como para el niño manifestación de la búsqueda universal del orden arrancado al caos)
- Integración.
(Establecer relaciones entre el mundo de la imaginación, el del pensamiento y el mundo físico de la realidad objetiva)
Lo útil contra lo bello.
Disociación entre arte y sociedad.
Según Hegel el arte ya era cosa del pasado en 1820; al desaparecer el predominio de la religión y de la aristocracia auguró la muerte del arte ya que él lo consideró instrumento de poder de ambos.
Sin embargo, las investigaciones al parecer inútiles de los pintores tuvieron repercusiones sociales que a veces fueron considerables. Fueron Cezanne, el Cubismo y Mondrian quienes transformaron de hecho la arquitectura del S. XX. Fue el Fauvismo francés el que introdujo en la ciudad los colores vivos del anuncio publicitario. Ese que tranquiliza y adormece a las masas. Y es que la cultura perturba o desvela. Hoy los grafitis son una réplica (contracultura-guerrilla urbana) a los anuncios publicitarios.
El comercio del arte, en la sociedad de consumo ha dependido de las modas, obligado a cambiar estilos, promovido el consumo: OBJETOS + GALERÍA + SALONES + MUSEOS + COLECCIONISTAS + VENTA + ESPECULACIÓN.
No obstante, contra el viejo mito del progreso, la misión del arte es el conocimiento, la investigación y la introspección.
2
Como el arte desde hace tiempo es sospechoso de alienación burguesa, todo el mundo quiere ser “científico”. Los arquitectos quieren ser considerados como ingenieros, los pintores como tecnólogos, los sociólogos dicen hacer “ciencias humanas” y el arte urbano se ha convertido, por un golpe de varita mágica, en ciencia del medio ambiente (en los países socialistas a los críticos de arte se les denominó “científicos sociales”). Que esta desafección por el arte a favor de la ciencia se haga por motivos políticos de las “izquierdas” no deja de ser asombroso. Pues si ha habido algún proceder que este más alienado al capitalismo que el arte, es la ciencia. ¿Qué hubiera sido del capitalismo sin los descubrimientos científicos? Son las invenciones de los sabios los que han permitido el engrandecimiento cotidiano del capitalismo. Por el contrario, el arte le sirve de bien poco. A menudo incluso, es para el capitalismo como un insecto molesto que zumba desagradablemente en sus oídos.
La pintura que recubre un lienzo montado sobre bastidor no es el único medio estético del que puede disponer el artista plástico. Para afirmar esta idea, por lo demás nimia, desde hace tiempo se ha producido en el medio artístico una auténtica insurrección contra el cuadro de caballete. La idea de que “el arte empieza después del museo” le rondaba la cabeza ya a Apollinaire en 1915. “¿Qué piensa usted de ese arte en jaula?, ¿Qué piensa de esa “reserva” estética de la que parece resguardada la ciudad?”, -decía-. El arte está encerrado en una urna de acero y cristal –los museos-, y en derredor la ciudad revienta de fealdad”.
Son numerosos los artistas jóvenes que ya no quieren colaborar con el poder y han conformado una especie de guerrilla cultural destinada a hacer estallar las estructuras del mercado del arte e incluso a poner en tela de juicio el arte propiamente dicho. Nuevo Realismo, Neodada, Pop Art, Arte Pobre, Arte Conceptual, Arte Pornográfico, Arte Escatológico, de la Tierra, etcétera…..han sido algunas de las etapas de esta guerrilla cultural.
Estos artistas quieren abolir la distancia entre el arte y la vida, hacer del arte un ejemplo de la vida, en el territorio del azar y de lo aleatorio.
La primera forma de guerrilla cultural en el medio cultural fue el “Happening” (teatro efímero hecho por pintores)
Desde el Renacimiento, los pintores y los escultores han gustado siempre de los “desnudos”. Los pintores académicos de finales del S.XIX fueron sido grandes productores de desnudos. De estos desnudos, algunos de los cuales eran particularmente apetitosos, se consideraba de buen tono decir: “No vean lo licencioso; es arte” ¡Como si el arte no pudiera ser licencioso! Contra esta hipocresía Ives Klein, primero, decidió en 1960 hacer desnudos en público, que fueran a la vez happening y pintura. Se protesta así contra el arte de satisfacción, “tranquilizante”, ese arte del que Matisse hizo profesión de fe: “Lo que yo sueño es un arte de pureza, de tranquilidad, sin tema inquietante o preocupante; que sea tanto para el trabajador cerebral, para el hombre de negocios, como para el artista de las letras un lenitivo, un calmante cerebral, algo análogo a un buen sillón que lo relaje de las fatigas físicas”
La juventud se indignó al ver al artista rebajado al rol de fabricante de buenos sillones, y eso fue algo muy sano.
“La Polycrítique” (libelo parisino) fue una sociedad anónima que tendió a suplir la falta de agresividad de la crítica profesional del arte, la cual, por miedo a equivocarse, da incienso a cualquiera. Este libelo pertenece a ese movimiento subterráneo que lo mismo se da en USA que en la URSS, movimiento cultural de insurrección que ataca igualmente a las artes plásticas que a la prensa, el teatro o el cine. De la misma manera que los beatniks, los jipis y los yippies (que también forman parte del underground) se desentienden de los medios establecidos o de la sociedad comercial y productora. Es un mundo subterráneo que tomó vuelo a partir de los 60´s formando una sociedad paralela, “maldita, aunque temible”.
Si el arte
Ha servido siempre a las clases dirigentes, ilustrado sus
Veleidades éticas,
Al mismo tiempo que sus realidades opresivas….
Esotéricas
Filosóficas
Revolucionarias
Quién podría impedir que el arte se prostituyera con la
Técnica todopoderosa.
Peter Gorsen, 1969.
3
Nada hay más peligroso que la “recuperación” de la cultura y del arte por todo poder, sea cual sea; en la URSS se había convertido más bien en un deber, yuxtapuesto a otros deberes.
El entrometimiento de los comerciantes en el arte condujo a una auténtica esterilización de la crítica de arte, la que no se acepta si no es crítica de elogios.
Para mayor abundamiento, el arte es apetecido por el Estado según sus valores de manifestación, de conformidad y según su rol decorativo. Esta función “anestesiante” del arte es una de las cualidades que más aprecia todo poder.
El error del Estado está en que quiere que arte y universidad (ustedes lo han vivido en carne propia) sean organismos funcionales, cuando son instrumentos de reflexión que exigen cierto despego y libertad total.
Como se sabe, el cubo de la basura ha sido uno de los objetos estéticos más tenidos en cuenta en el arte contemporáneo, desde las primeras acumulaciones de desperdicios de Arman, al “Fin de la Fiesta”, de Samuel Beckett. Hoy la estética del cubo de la basura puede conducir al premio Nobel de Literatura.
El arte, antaño considerado como una representación de la belleza, se ha convertido en lenguaje de duda; la estética se ha convertido en un arsenal de justificaciones individuales.
“Ayer el artista vendía sus obras; hoy es el quien se vende”. El artista hace nacer el acontecimiento cuando nada ocurre, vuelve inútiles las máquinas, embrolla los láseres, desordena las fórmulas químicas de polimeración, enreda los programas de las computadoras. Este gran niño tiene todos los derechos; la Madre Tecnología tiene el seno grande y tierno, y cuando su carácter malicioso se vuelve insoportable, Mamá Tecno le deja hacer a ese gran niño sus evasiones. Se va a dibujar líneas sobre la arena, a horadar agujeros en el desierto, a coleccionar montones de guijarros, a barrer las hojas muertas, a perforar el hielo de un río helado, a levantar polvo por todas partes. Tales ademanes son en alto grado significativos.
Del Happening al Arte de la Tierra hay abundante material. ¿Cómo humanizar la ciencia? ¿Cómo encontrar la pureza del espíritu lúdico y los sentidos de la fiesta? ¿Cómo poetizar los terrenos vagos? ¿Cómo luchar contra el aburrimiento del domingo de las ciudades-dormitorio?
Las grandes bienales internacionales que antes de mayo de 1968 constituían la apoteosis de la consagración artística, se han convertido en la apoteosis de la protesta. Antaño, todos los artistas aspiraban a ser invitados a la Bienal de Venecia o a la de Sao Paulo en Brasil. A partir del 68 continúan aspirando a que se les invite para poder proclamar bien alto su rechazo a participar.
4
“Vanguardia designa, en terminología militar, un destacamento de punta, encargado de preparar el camino al cuerpo de la batalla; es quien carga con la decisión. Esta locución no puede designar a los creadores, sino a los precursores, en cierta medida prematuros, es decir, a todos aquellos que habiendo vislumbrado demasiado tempranamente alguna forma nueva, permitieron que fueran otros quienes la explotaran.”
“La vanguardia está al nivel de la protesta permanente y en oposición, si no en ruptura, con los sistemas establecidos”.
En una sociedad devorada por el dinero, de gusto pervertido, el artista jugó, sin que quizá se percatara, el papel de los monjes en las épocas bárbaras. Fue el depositario de la cultura y de la belleza.
Para mantener el consumo se ha homologado la idea de que la obra de arte es perecedera. Para acelerar el consumo, es preciso que la obra de arte pase de moda y que los artistas renueven incesantemente sus modelos. Así, pues, cada cinco años aparece en el mercado una nueva escuela artística que convierte en trasnochadas las anteriores.
El deseo de cierta vanguardia de hacer de la vida y del arte una misma y sola cosa no terminó, por desgracia, en convertir la vida en arte, sino en que el arte se vulgarizara con la imagen más cotidiana de la vida.
Ha funcionado perfectamente el camino entrampado que va de la vanguardia como expresión de la revuelta, a la vanguardia como expresión de la sociedad de consumo.
Pero, ¿por qué lo nuevo a cualquier precio? ¿Es que el mundo del arte es una tienda de novedades? ¿No ven que las vanguardias adolecen de la noción mercantil de progreso, asociada con el consumo dirigido? En esa marcha acelerada a imagen de la sociedad industrial, el arte pierde sus cualidades propias de contemplación, de desprendimiento de lo temporal, para dejarse engullir en el gran torrente publicista de la puja, de lo fenomenal, de la moda, del mercado forzado, de la producción y del consumo frenéticos.
De Picasso a Rauschemberg los artistas recogieron los desechos para hacer arte con ellos; hoy tienden más bien a tomar el Arte (con mayúscula) para hacer desperdicios con él.
La vanguardia en principio, fue la que se colocó en la primera línea de combate, es lo que todavía no está admitido, lo que no se vende. El artista de vanguardia es un incomprendido que se adelanta a su tiempo y cuya obra, por lo tanto, “carece de valor comercial”.
La vanguardia es la juventud del arte, la cual pasa, como pasa toda juventud, para dejar lugar a otro empuje de la vida. Vlaminick, que de artista de vanguardia se convirtió rápidamente en académico, decía: “Los bomberos arden en llamas”. Hoy tenemos la tendencia de dar el título de vanguardia a creadores a menudo talentosos, pero que, cargados de encargos y honores, se convierten en una especie de funcionarios de la vanguardia.
Los productos del arte no son concreciones naturales. No son organismos vivos ni objetos manufacturados; son obras del espíritu. Estas obras del espíritu tienen necesidad de un “medium” para encarnarse: la partitura, para los intérpretes de la orquesta; la tela, los colores, la arcilla o la madera o la piedra de imprenta sobre el papel para los pintores, escultores o grabadores. Si el “medium” técnicamente no está a punto, la idea no pasa bien. La mejor grabación musical se echa a perder sí el tocadiscos es deficiente; lo que nos lleva a considerar el “arte conceptual” como fácil en demasía.
Pierre Francastel dice que: “La meta del arte figurativo no consiste en doblar lo real tomado en su tonalidad, sino en fijar los valores espacio temporales.
“El papel del artista no es trasmutar en términos pictóricos o formales, ideas, valores o espectáculos. Existe un pensamiento plástico a través del cual se elaboran los sistemas interpretativos del mundo exterior. Sistemas interpretativos que nos ayudan a comprender la marcha del mundo, que nos ayudan, lo mismo que los descubrimientos científicos, a descifrar lentamente el universo.”
“Lo que cada época crea -precisa Francastel- no es la representación del espacio, sino el espacio en sí, es decir, la visión que los hombres tienen del mundo en un momento dado”.
He aquí para qué sirve el artista, lo mismo que el investigador; para descubrir lo real más allá de las apariencias engañosas de la inmovilidad social.
Philippe Dereux dice en un texto publicado en 1970 que: “Las caras de las madonas del Museo de Brea de Milán son tan inexplicables, tan misteriosas para nosotros, como las estatuas primitivas de los negros o de los oceánicos. El enigma de esas caras estriba en que los hombres de aquellas épocas creían a carta cabal en el alma; lo que aparece en ellas es el alma. Actualmente ya no creemos en ella, incluso los que se dicen cristianos. ¿Cómo, nosotros, los pintores, la vamos a hacer aparecer sobre los cuadros? Reemplazamos el alma como mejor podemos. Por lo que a mí se refiere, adorno, adorno sin respiro, con pasión. De esta manera oculto la muerte del alma. Otros pintores prefieren disimulaciones más astutas.”
5
En la medida en que occidente se ha desespiritualizado, el arte se ha convertido en poca cosa. Muchos artistas, incluso, no saben ya muy bien para qué sirve el arte, para qué sirven ellos. Representar solamente el papel de decoradores, que es lo que, en el fondo, espera de ellos la sociedad contemporánea, no los entusiasma demasiado.
El arte tiene por objeto el ser una forma de la revolución permanente predicada por Trotski, y, al igual que todo movimiento revolucionario, el arte pasa las tentaciones de la burocratización; pero el arte sólo es vivo si es insurrecto.
El arte es fuente permanente de perturbación -escribe Herbert Read- es revolucionario por esencia. El artista es lo que los alemanes llaman ein Rüttler (quien trastorna el orden establecido). “El mayor enemigo del arte es la conciencia colectiva en todas sus formas. La falta de educación artística –añade Dereux-, conduce a una a una atrofia de la sensibilidad. El hombre así atrofiado aspira a la violencia”. Y en México, en Durango, ya estamos en ella.
“Las fuerzas que han destruido el sentido de lo sacro son también las que han destruido el sentido de belleza” (El arte y la religión comparten el gusto por la vida espiritual).
En la antigua URSS algunos artistas creían que “La cultura sólo es fecunda si no es estatal”.
III
LA PEDAGOGÍA FORMAL DEL ARTE
“Formamos una nueva comunidad de artífices
sin la distinción de clases que levanta
una barrera orgullosa entre artesanos y artistas.
Juntos concebimos y creamos el edificio del futuro,
que reunirá a la arquitectura, la escultura y la pintura
en una sola unidad y que se alzará un día hacia el cielo
gracias al esfuerzo de millones de trabajadores,
como el símbolo de cristal de una nueva fe:” Walter Gropius.
Los esfuerzos encaminados desde la mitad del ochocientos a restablecer el contacto entre el mundo del arte y de la producción, a construir una clase de artífices ideadores de formas, a fundar el trabajo artístico sobre el principio de la cooperación, no concluyen, continúan con más firmeza en la escuela de arquitectura y artes aplicadas que Walter Gropius fundó en 1919, y que dirigió hasta 1928. Ya antes el movimiento creado por el inglés William Morris llamado Arts & Crafts (Artes y Oficios) y la Dautscher Werkbund alamana reflejan el ansia de occidente por afirmar los caracteres sociales del arte, donde la sociabilidad no se coloca más como una misión a cumplir o un ideal a defender, sino como un carácter o una naturaleza específica del hecho artístico.
Esta extraordinaria sublevación de las “arte menores” o “aplicadas”, contra el “arte puro”, al cual se terminará luego por negar toda legitimidad o autenticidad formal, es el último acto de la lucha romántica contra la dictadura del clasicismo, pero también es la primera posición concreta de una teoría del arte como ciencia particular de un “hacer” humano en oposición a la estética idealista. Si el arte no es más una revelación del mundo que se da al artista con la gracia de la inspiración, sino la perfección de un hacer que tiene en el mundo su principio y su fin, y se cumple enteramente en la esfera social, el problema del proceso creador de la forma se extiende a toda la sociedad presentándose como un problema de producción artística.
También el “usar” el producto artístico es un acto creativo dentro del perene auto crearse de la sociedad. Puesto que todo hacer es un hacer en la realidad, y por lo tanto un hacerse de la realidad, el arte es el proceso mediante el cual la conciencia figura lo real en formas siempre nuevas, resultantes de una red siempre más basta de interrelaciones y de una siempre más amplia recopilación de experiencias siempre reducible al deseo de establecer una nueva relación con el mundo y renovar nuestra experiencia.
Si la forma es el producto de un “hacer”, sólo la experiencia del hacer artístico nos suministra los esquemas mediante los cuales contorneamos y definimos las impresiones infinitas y pasajeras que nos llegan del mundo exterior. Los esquemas formales –línea, plano, volumen, color, etc.- son requeridos al arte, no a la naturaleza. Si el arte no es una forma que se deduce sino que se imprime a la realidad, o el simultáneo construirse y evolucionar de nuestra conciencia del mundo, resulta claro que el arte no es una creación perfecta, concluida, sino en continua creación. La obra de arte como forma de nuestro existir en la realidad tiende a irradiarse en el espacio vital de la sociedad, a multiplicarse en infinitos ejemplares, a suministrar a cada individuo el medio formal para precisar todo un conjunto de relaciones vitales con el mundo externo.
Hay en los productos anónimos del artesanado, como señaló Alois Riegel, una continuidad entre aquellas formas refinadas e intensificadas de experiencia que son las obras de arte, y los hechos y las pasiones de todos los días, que son reconocidos universalmente como constitutivos de la experiencia. El artesano, como típico “hacedor”, es la expresión de un sentimiento de la realidad que sólo se adquiere haciendo.
La Bauhaus no ubicó su teoría dentro de la teoría de lo bello, sino de la visión, esa que se adquiere haciendo arte y que tiene su salida en una pedagogía o didáctica artística, distinguiendo –como Fiedler- al arte como medio de conocimiento alejado de toda finalidad estética o simbólica. Lo bello no es el fin del arte, sino un elemento de la realidad. Y así, en cuanto la obra de arte es también realidad, lo bello es motivo de la realidad que el arte crea. Así, el placer que nace, no de la contemplación, sino del empleo del objeto artístico no será éxtasis místico ni una satisfacción de los deseos materiales, sino una percepción más clara y eficaz de las cosas, un modo más lúcido de estar en el mundo: en la actividad artística la realidad alcanza su existencia, su forma concreta en una determinada dirección. El mundo exterior no es el objeto del arte pero sigue siendo su condición. Las artes figurativas no nos ofrecen las cosas como son, sino como aparecen en su realidad fenoménica. Lo difícil es averiguar su apariencia real, muy distinta de la que aprehendemos por medio de los sentidos. Diciendo que el arte toma las cosas como aparecen, no se alude a la aprehensión sensorial, que es ya un grado en el proceso intelectivo, sino a la pura percepción, podría decirse, pre sensorial. La actividad artística es aquella en la cual la acción de la mano parece depender exclusivamente del interés de la vista, y todo esto a un hacer. El artista no medita ni interpreta la realidad, sino que la organiza y la revela insertándose en ella, con ese racionalismo característico del ser humano.
En el desarrollo espiritual mod
erno han caducado muchas cosas de valor que daban importancia, dignidad y belleza a la vida pasada: El artesanado hizo suyos los medios de la industria, restituyendo así su prestigio artístico y su función económica –ya como diseñadores-, superando la concepción clasista y académica del arte, que había relegado al artesanado a un plano inferior y secundario. (El individualismo había hecho del arte, que era una expresión de humildad frente al milagro de la creación, una expresión de orgullo y de dominio)
Puesto que la máquina no permite la intervención del artista en el curso del proceso ejecutivo, todos los problemas materiales, técnicos, productivos, formales, deben ser resueltos “a priori”. La máquina no hace más que recibir y multiplicar la forma ideada, porque el momento ejecutivo está implícito y previsto en su totalidad en el momento ideativo o creativo. Superponiendo estos dos momentos la obra es, en conjunto, enteramente teoría y enteramente práctica (técnica). Así el arte deberá necesariamente realizarse sin pasar por la naturaleza. El “hacer” llega así a ser la condición de toda designación del espacio.
La herramienta y, en escala más amplia la máquina, operan sobre la materia y, al evidenciar si “calidad” la constituyen en forma, condensando una serie de experiencias que orientan la acción en una dirección determinada obligándola a desarrollarse en un proceso determinado. Por medio de la herramienta como instrumento de la voluntad se penetra y se vive en la materia hasta constituirla en forma o representación. La Bauhaus, con su rígido racionalismo, buscó crear las condiciones de un arte sin inspiración, que no deformara poéticamente, sino que constructivamente formara la realidad.
La enseñanza artística se ha basado prácticamente desde entonces en una enseñanza práctica sobre la base unitaria del sonido, del color y de la forma, integrando las distintas aptitudes físicas y psíquicas del alumno, y sustituyendo con esto a toda enseñanza humanística o cátedra: la formación de artistas no es ya patrimonio de la experiencia o de los expertos, sino de llevar a los estudiantes de arte a tener un modo más lúcido de estar en el mundo, una clara conciencia cultural, además de mostrarles ejemplos de economía del trabajo mental, prácticas de los mecanismos de la sensibilidad o de la voluntad a través de las cuales se puede llegar a realizar las nuevas formas para constituir la nueva realidad.
En la enseñanza formal han sido tres las etapas de la forma: 1.- observación (estudio particularizado de la realidad, teoría de los materiales). 2.- Representación (geometría descriptiva, técnicas de la construcción, diseños y modelos). 3.- Composición (teoría del espacio, del color y de la composición). El error pedagógico fundamental de la academia consistió en apostar sobre el genio en vez de hacerlo sobre el término medio, y en la nueva pedagogía la colaboración es un hecho social que une dos momentos de la producción artística: la creación del objeto, y su goce. Se trata ahora de reconocer y valorar con exactitud los medios expresivos individuales, de liberar en el alumno las energías creadoras, evitando llevarlo hacia una dirección estilística: para un alumno el medio original de expresión será el ritmo, para otro el claroscuro, para un tercero el color, etc. Cada uno de esos medios es un símbolo con el cual la conciencia finita comprende la realidad infinita.
Durango, Dgo. a 24 de noviembre de 2011
Excelente artículo, felicidades
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