Fernando Andrade Cancino.
En Durango se da, desde las altas esferas gubernamentales, un desprecio a la cultura, lo que significa “un desprecio a lo que nos hace humanos, a nuestra identidad, a nuestro ser más íntimo” (Joan Fontcuberta). Esto es –y los múltiples crímenes y secuestros- lo más grave de lo que sucede hoy en este estado del ya de por sí árido norte de México. Hoy hay un elemento que es el miedo de todos a todo, el miedo que nos aterroriza, y así el desánimo, la excesiva prudencia, hace que las voces se acallen, que no se denuncie, que nos dobleguemos ante las imposiciones de las élites políticas que abusan del poder, que haya una indiferencia, una pasividad, una sumisión; este es el horizonte en esta ciudad capital en estos tiempos, y supongo que en todo el estado.
Cuando los políticos recortan la cultura, o imponen al frente de ésta personajes sumisos -“a modo”-, demuestran justamente su incapacidad, su falta de visión, su nulo compromiso con la sociedad y con el futuro de todos. Porque la cultura la entienden sus esbirros como mecanismos de subvención y no de inversión, inversión en creatividad, en arte, en innovación, en desarrollo, inversión en contra de la violencia. La cultura es lo que nos hace, es nuestra identidad, nuestro ser más íntimo. Despreciar eso significa un desprecio de lo que somos humanamente. Y eso sucede en Durango desde hace poco más de un año: la crisis provocada por la inseguridad, o las inversiones en obras que atraerán supuestamente más turismo, se usan como coartadas de modalidades políticas autoritarias y poco plurales.
No se ha acabado con la costumbre de que los contratos de obra pública sirvan para hacer ricos a políticos, funcionarios y sus familiares, ni la de poner en cargos vitales para la sociedad en su conjunto –como el de cultura o el de educación- a personas realmente capaces, no a los cuates de los cuates del partido.
Nepotismo, despotismo, usurpación de funciones, acoso laboral, coerción de los derechos de libertad de expresión, autopromoción artística con recursos públicos, promoción artística y laboral de familiares, violación grave de los planes, programas y presupuestos de la Administración Pública, obstaculización deliberada del derecho de acceso a la cultura, no crear y seguir una política adecuada en materia de desarrollo cultural, ignorar los lineamientos para promoción del desarrollo cultural sin discriminación, en el marco de una sociedad democrática, enajenación de la organización y funcionamiento del ICED, amenazas a la comunidad artística, incompetencia para desempeñar su cargo, carencia de voluntad de servicio, indiferencia ante las prioridades del servicio que debe brindar el ICED, incumplimiento de los compromisos de campaña del C. Gobernador en el ramo de cultura, retrasos graves en la solicitud de recursos federales, mantenimiento de personas ajenas al personal del ICED con recursos de honorarios, irregularidad en pagos de plazas dobles y pagos dobles sin justificación dentro de la nómina, permitir el enriquecimiento ilícito de funcionarios del ICED que han adquirido bienes muebles e inmuebles como casas y autos costosos, no justificables con sus honorarios, etcétera, son algunas de las acusaciones que el Movimiento Urge Reestructurar el ICED (apoyado por más de 700 personas: intelectuales, creadores e intelectuales del norte de México) planteó el pasado 10 de enero en su demanda de Juicio Político a la actual directora general del Instituto de Cultura del Estado de Durango, la ingeniero –y cantante- Corín Martínez Herrera.
Escribió acertadamente hace pocas semanas el teatrero y dramaturgo Gerardo Campillo Llano que: “La Cultura sirve para vivir y entender mejor el juego de existir, más no el de subsistir. Ocurre que en los campos de la cultura como en todo, se da mucho gato por liebre, las grandes ideas viven estupendamente en las palabras y mueren en las acciones. El llamado movimiento cultural durangués está lejos oscilar banderas de libertad, más cuando el plano romántico pernea entre la comunidad, ya que todo lo que se le avienta se lo comen sin chistar. La llama política florece por encima de proyectos culturales plurales y comunes, por el contrario, batallones de seducción saturan con su animación cultural el ambiente.
“La Cultura por sí misma no es rentable, y un gobierno inteligente sabe que es inversión más que gasto. Además, éticamente no debería existir esa marginación, pero los acontecimientos políticos se cuecen con ingredientes donde la Cultura es parche ya que en su mente la acepción no traspasa meramente lo folclórico, lo costumbrista y lo conceptual.
“La Cultura del espectáculo está por encima de los procesos culturales legítimos, que deben ser base de la formación y desarrollo social de la población.
“Esto no se pelea con la publicidad, pero no se vale engañar a la ciudadanía con falsas expectativas en aras del llamado éxito” (Letrario).
Basta ver y leer la reciente publicación “Marquesina” (Revista del ICED), que no incluye el directorio correspondiente, para comprobar los dichos anteriores: en su presentación, dicen personas del mismo instituto, se comprobó la falta de poder de convocatoria de la actual dirección de cultura en el estado de Durango, pues hubo de llevar –acarrear- a los trabajadores del ICED a fin de contar con público.
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