CULTURA: ARTE Y DESPOTISMO
Fernando
Andrade Cancino
He
experimentado en diversas ocasiones, junto algunos colegas, el desdén y
prepotencia de diversas autoridades burocráticas de instituciones culturales,
salvo honrosas excepciones. Me ha
tocado ver desfilar, desde 1977 en el INBA, donde trabajé 20 años, hasta 2010
-en el Conaculta, el ICED y el IMAC, donde también fui parte de la burocracia
durante 6 años en dos períodos de tiempo- un sinnúmero de funcionarios de éstas
instituciones, particularmente en Conaculta, que pasan de una dependencia
oficial a otra como peces en el agua, aún y cuando su experiencia en educación
artística, producción, promoción y difusión cultural, mantenimiento,
restauración y conservación de monumentos, sitios y obras de arte haya sido
nula o casi. Mujeres y hombres que se
desenvuelven muy bien en las altas esferas del poder, en las grandes
inauguraciones de exposiciones internacionales celebradas en el extranjero, o
en los monumentales recintos sagrados del arte de la capital del país. Los he
visto codearse con presidentes y damas de la alta burguesía, con grandes
coleccionistas y grandes millonarios, algo que sinceramente me ha hecho
sentirme apabullado e inferior debido a que muchas veces no he tenido zapatos
que no sean tenis, para asistir a tan espléndidos eventos, donde los creadores
seguimos siendo vistos como un mal necesario a fin de justificar sus trabajos y
onerosos sueldos.
He visto y convivido también a lo largo de mi vida con creadores
pobres, con humildes estudiantes de arte,
con maestros de educación artística que se autodenominan “pobresores” y
con arqueólogos, restauradores, tramoyistas, escenógrafos, diseñadores,
músicos, balilarines, actores, etc. a los que no les va codearse con las élites
culturales, ni con los picudos que dirigen las instituciones para el arte y la
cultura, ni entienden que su trabajo es usufructuado por otros, y sólo se
preocupan de crear y trabajar sin tener siquiera la esperanza de recibir algún
día reconocimiento a su labor, sino sólo su modesto salario.
He vivido en un Durango injusto con sus artistas, ese que espera a
que pasen cincuenta años desde su muerte para entonces hacerle algún homenaje
demagógico, ese que esperó a que los propios creadores nos organizáramos y
autofinanciáramos para crear la primer Casa de la Cultura local, ese que
descuidó y llevó al anquilosamiento una Escuela de Pintura, Escultura y
Artesanías que algún día obtuvo grandes reconocimientos, ese que invitó a un
gran creador para donar su obra en un museo que llevara su nombre, Guillermo
Ceniceros, para luego desmontar la mitad de esas obras dejando -hace tiempo- su museo en una
casa rentada y sus creaciones casi en el olvido, ese que reparte migaja entre
los artistas para que se pelen entre ellos por esos supuestos apoyos, ese que
ha cooptado voluntades artísticas y sustituido el público por aduladores
profesionales, ese que ha mandado al desarraigo a sus más importantes
creadores, ese donde el trabajo de los creadores es requerido para justificar el trabajo falaz y
despótico de una camarilla de pillos, de
burócratas inútiles, que convierten a veces la cultura federal, estatal y
municipal, en una ficción de pesadilla.
He soñado en la guerrilla cultural, en que los creadores tomen las
riendas de las instituciones de cultura, en el trabajo colectivo y la
autogestión, en la derrama de recursos para crear nuevos públicos, nuevos
lectores, nuevos estetas, nuevos monumentos y obras de arte urbanas, nuevos
teatros -sin dejarlos abandonados como el Teatro del Niño, que le costó tanto a Conaculta- y escuelas de educación artística profesional, nuevos museos y
galerías, nuevos creadores que entiendan las nuevas funciones del arte. He soñado que los recursos se dedican para
incrementar la calidad y cantidad de la producción artística, he soñado que la
nómina burocrática desaparece o se reduce a un mínimo y esos recursos enormes
se destinan para becas a estudiantes humildes, para financiar la producción,
distribución y consumo del arte y la cultura, he soñado en instituciones de
puertas abiertas, democráticas y populares, en audioramas y conchas acústicas
funcionando, en parques donde los creadores exhiban sus propuestas, en
adquisiciones de obras destacadas por parte del estado para formar colecciones
que habiten en nuevos museos, en conciertos sinfónicos al aire libre, en
bienales, en concursos estatales no manipulados por camarillas que imponen cronistas, directores, secretarios, y sus turbios intereses.
Pero me he encontrado con la insensibilidad y la incultura, con la
nula apreciación de las artes de parte de gobernantes y de algunos burócratas
de la cultura, con el despotismo y la inacción, con la simulación y la
corrupción, con la falta de democracia, con el autoritarismo y la
cooptación.
No veo más salida, después de tantos años, que el silencio, que el
dejar que las cosas caigan por su propio peso y esperar a que algún día los
creadores se rebelen y tomen lo que por derecho les corresponde, los espacios
que el pueblo ha creado para el arte y la cultura, y arrojen de una vez para
siempre a funcionarios que deberían no sólo ser cesados, sino guillotinados por
su actitud de criminales ilustrados.
Me da más o menos lo mismo si el INBA, CONACULTA. el INAH, etc.
siguen existiendo o desaparecen fusionándose en un una Secretaría de Cultura. No apoyo ninguno de los que se candidatean
para dirigir las nuevas o las viejas instituciones, y no me interesa decirle a
nadie en el futuro que yo lo apoye para llegar a tal o cual puesto. En el INBA fui “pobresor” explotado durante
20 años, en la SECYD de Durango durante dos como prestador de servicios
profesionales de un museo, se me trató con displicencia, de modo que también me
da lo mismo si el ICED vuelve a ser –como en el período de De la Riva- una
institución inútil, y el lugar del actual director ocupado por otro
burócrata de la cultura.
Lo que no me da lo mismo es que los creadores sigan actuando como
priístas, metiéndose zancadilla uno a otro para ganar la carrera hacia puestos
burocráticos, para obtener subsidios migajas, para pasar a formar parte de los
favorecidos sexenales, porque eso va en detrimento de la creación
artística. No me da lo mismo que se
otorguen becas a los hijos, amigos e incondicionales, o a los dóciles que luego
explotan con trabajos extraordinarios, no me da lo mismo que los artistas sean
mansos, sumisos, y a veces rastreros al
tratar de obtener beneficios personales. Tampoco me da lo mismo que los recursos de todo
un pueblo se dilapiden en emplear a familiares, a compadres y amantes, y que se
usen en contra del arte y la cultura verdadera y sólo sean instrumento de
control y poder.
No tengo más propuestas que las que he señalado en mis artículos,
en mis libros (Kultura y Kaos), en mis conferencias, en mis clases, y si estas han caído en el
vacío no me importa, yo seguiré insistiendo en lo mismo, como insistí hace 25
años en: transformar el internado Juana Villalobos en un espacio cultural;
crear más Casas de la Cultura, sembrar palmeras; en invitar como antes a Ceniceros, a otros artistas a donar obras para nuestros museos, y que éstas se exhiban permanentemente en lugar de tenerlas siempre embodegadas; en colocar esculturas
monumentales de nuestros artistas en las
vialidades de la ciudad; en fomentar la crítica y la autocrítica entre los
creadores; en formar colecciones de arte de artistas locales; en repatriar las
obras de Zárraga; en no perder las esperanzas en que el próximo gobierno estatal logre sacar a flote lo mejor de nuestro arte y cultura; en proponer la disminución de las nóminas de
intermediarios entre los creadores y sus públicos; en dedicarnos a la creación
alejados de grillas, de eventos protocolarios de funcionarios que se autopromocionan, fomentando la organización de la sociedad
civil y de la iniciativa privada, tan pobre en estos lares, o, finalmente, como
propuse también en algún texto, en
abandonar todo intento de trascender, trabajar en silencio y no esperar
a que después de cincuenta años de muertos se nos haga algún homenaje
demagogico.ico.
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